A Gloria Marleny Vegas, nuestra querida Caperucita.
Había una vez una niña llamada Caperucita Roja.
Un día, su conciencia de clase le pidió que fuera a la casa de quienes vivían en su comunidad, ubicada en el este del bosque, a llevarles a sus vecinos una cesta llena de amor y solidaridad.
El este del bosque era un lugar lleno de peligros, con guarimbas, guayas asesinas y piromaníacos compulsivos, en donde acechaba un peligroso lobo dedicado a sembrar el terror entre quienes se atrevieran a cruzar sus dominios.
Pero Caperucita no tuvo miedo y con su cesta repleta de soberanía, espíritu revolucionario y otros alimentos saludables para la patria, se dispuso a cumplir con el pedido de su conciencia.
Y fue así como Caperucita se movilizó, casa por casa, edificio por edificio, barrio por barrio, cumpliendo con su uno por diez, repartiendo entre las moradoras y los moradores del lugar donde vivía, el amor, la solidaridad y todos esos nutritivos valores queportaba en su cesta.
Pero el malvado y sanguinario lobo también tenía sus planes que le llegaban del norte del bosque.
El tramposo y traicionero lobo se disfrazó de pueblo y se puso la ropa de una dulce abuelita, se metió en la cama de las redes sociales y los medios hegemónicos y esperó a Caperucita.
Cuando Caperucita tocó la puerta, se extrañó
de la fingida voz del lobo, haciéndose pasar por pueblo y hablando de sociedad civil, capitalismo popular y otras palabras engañosas.
-Abuelita-preguntó Caperucita, ¿por qué tienes esas orejas tan grandes?
-Son para escuchar mejor las órdenes que me mandan del norte del bosque.
-Abuelita-replicó Caperucita, ¿y esos ojos tan puyúos, como que tuvieras una trona?
-Son para ver mejor los dólares que me mandan para instaurar la libertad en este lado del bosque.
-Abuelita-insistió la niña, ¿y esa bocota tan grande y esos colmillotes, para qué son?
Y saltando sobre ella, el lobo dijo mientras se quitaba el falso traje de pueblo:
-¡Esta boca y estos afilados colmillos son para comerme mejor tus sueños, para devorar tus deseos y papearme todo lo que llevas en tu ridícula cesta, Caperucita!
Menos mal que en ese preciso momento pasaba por allí un cazador de lobos llamado Pueblo, que era un pueblo de verdad, y con sus votos y llenando las calles y veredas del bosque, puso al lobo en carrera que hasta España fue a parar.
Y fue así como, con su valor, su conciencia de clase y su inteligencia emocional, Caperucita Roja logró sortear los peligros del este del bosque y ahora vive,
para siempre jamás, en el territorio infinito del honor y de la gloria.
Armando Carias
durvyalacabeza50@gmail.com
Publicado en EL ESPECULADOR PRECOZ del diario Ciudad CCS
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